Temas de Debate

QUERIDO HERMANO BLANCO

Léopold Sédar Senghor


Querido hermano blanco,
cuando yo nací, era negro,
cuando crecí, era negro,
cuando estoy al sol, soy negro,
cuando estoy enfermo, soy negro,
cuando muera, seré negro.

En tanto que tú, hombre blanco
cuando tú naciste, eras rosa,
cuando creciste, eras blanco,
cuando te pones al sol, eres rojo
cuando tienes frío, eres azul
cuando tienes miedo, te pones verde,
cuando estás enfermo, eres amarillo,
cuando mueras, serás gris.

Así pues, de nosotros dos,
¿quién es el hombre de color?

Léopold Sédar Senghor

Ser amable es ser, cortés y agradable


Ser amable es ser , cortés y agradable.

La amabilidad y la cortesía son cualidades muy propias del género humano, pues ser amable significa ser digno de ser amado, lo cual es un producto cultural del hombre exclusivamente.
Ser amable es ser cariñoso, afectuoso, gentil, cortés, agradable, servicial, afable, incluso gracioso y risueño, cualidades todas que son imprescindibles formar en los niños desde la más temprana edad.
También es ser atento, brindar atención y respeto, sobre todo a los menos aptos o desvalidos.

Actividades para trabajar la amabilidad con los alumnos:
www.waece.org/webpaz/bloques/amabilidad.htm
 

Una oportunidad para los 'ni ni'. Jesús Cruz Villalón.Catedrático del Derecho del Trabajo de la Universidad de Sevilla. |

Una oportunidad para los 'ni ni'.

Jesús Cruz Villalón.
Catedrático del Derecho del Trabajo
de la Universidad de Sevilla. |
LA fuerte concentración del desempleo entre la población juvenil está provocando que se incremente de forma preocupante el fenómeno de los ni ni: jóvenes que ni estudian ni trabajan. Es una exageración llegar a hablar al respecto de "generación ni ni", porque entre los jóvenes no todos se encuentran en esa situación, incluso no llegan a constituir la mayoría de entre ellos; de otro lado, es un exceso calificarlo de "generación", pues resulta inconcebible que se encuentren atrapados de por siempre en esa situación de ostracismo, de modo que por muy pesimistas que seamos no cabe pensar que por el resto de su vida van a continuar en esta situación de inactividad. Por ello, también resulta totalmente desmesurado utilizar expresiones tan absolutas como la de hablar de generación perdida respecto de unos jóvenes que tienen muchos años por delante en su dilatada vida.

El origen de esta situación ni ni puede ser bastante dispar, con lo cual la explicación del fenómeno no es nada sencilla. En unos casos se trata de quienes se han incorporado demasiado pronto al mercado de trabajo a resultas de las tentativas ofertas que venían de un pasado crecimiento económico que ofrecía trabajos relativamente bien pagados sin mayores requerimientos de profesionalidad, pero que han perdido bruscamente su empleo a resultas de la crisis y ahora no tienen posibilidades de recuperarlo y menos en las mismas actividades del pasado.

En otros casos son el resultado de un sistema educativo que ha provocado elevadas tasas de abandono escolar temprano, con unos jóvenes sin las necesarias competencias para poder trabajar. Finalmente, también son muchos los que han tenido una dilatada formación continuada y al máximo nivel, pero que en el momento de su salida de la vida universitaria se encuentran sin ofertas de empleo suficientes para absorber a una población con niveles académicos superiores.

Lo alarmante es que esta situación se está prolongando demasiado tiempo, provoca efectos de intenso desánimo entre quienes lo sufren, que hacen difícil afrontar la necesaria reacción frente al estado en el que cada uno se encuentra y, a la postre, puede dejar cicatrices no fáciles de eliminar, incluso cuando se presenten en el futuro expectativas de superación. Por ello, probablemente se trate de uno de los problemas más agudos a los que nos podemos enfrentar en estos momentos, especialmente intensos en nuestro país, a la vista de que tenemos unas tasas de desempleo prácticamente desconocidas en el resto de Europa, incluso respecto de países que se encuentran en una situación económica mucho más crítica que la nuestra.

Por añadidura, no podemos desconocer que en el corto plazo el panorama puede deteriorarse aún más si cabe, pues las previsiones de recuperación económica con impacto sobre el empleo no son nada halagüeñas.

El gran riesgo es que, ante este panorama, muchos tienden a desentenderse, a mirar hacia otro lado, por cuanto que la situación lo permite. No podemos escudarnos en pensar que se trata de un asunto privado, que atañe esencialmente a la responsabilidad del entorno familiar y, mucho menos, la fácil respuesta de que todo ello responde a la mentalidad formada entre esta generación, acabando por el muy fácil expediente de culpabilizarlos por la actitud que adoptan que es la que les aboca a este resultado, que se considera de cierto parasitismo.

Nada más lejos de la realidad, cuando hemos construido un sistema que hace soportar sobre las espaldas de los más jóvenes los resultados más negativos de la destrucción de empleo que se ha producido con la presente crisis económica. Sin embargo, al ser un estado silente, que no provoca mayor conflictividad social, da lugar a que sea un fenómeno que para muchos pasa inadvertido, a pesar de su gravedad. Hay en el fenómeno dosis intensas de enclaustramiento, que favorece poco la visibilidad de esta realidad social y, por tanto, no se produzcan exigencias colectivas para cambiar el panorama.

Lo que no podemos hacer es mantener la pescadilla que se muerde la cola: se alarga la edad de jubilación de modo que pretendemos prolongar la vida activa de la generación mayor; se establece un criterio general de no reposición de las plantillas, especialmente en el empleo público, de modo que ni siquiera las jubilaciones ofrecen expectativas de convocatorias de plazas de reemplazo, no se vislumbran en el corto plazo la aparición de nuevas actividades económicas que puedan favorecer la creación de empleo y todo lo que se propone es volver a las fórmulas del aprendiz no retribuido o introducir los minijobs que ni aportan suficiencia retributiva ni garantizan la necesaria protección social.
Diario de Sevilla. 16-1-2,012

Cuento de Navidad. Antonio Gala.


Cuento de Navidad.
Antonio Gala

Nada se olvida. Yo, por lo menos, no me olvido de nada. Lo que sucede es que hay cosas que no entiendo bien, y puede dar la impresión de que no las recuerdo; pero no es así. Con él vivo desde hace mucho tiempo. He perdido la cuenta, porque yo no mido el tiempo por años, sino por navidades, y en alguna no me han despertado. (Creo que hay animales que duermen en invierno; yo, al revés que ellos, duermo cuando no es Navidad) Lo conocí estando yo casi recién salido del horno, casi recién pintado.

Me acababan de sacar por primera vez a la calle, y todo me pareció maravilloso. No podía imaginar que el mundo pudiera ser tan grande , tan sonoro y tan coloreado. Yo estaba en una repisa junto a muchas panderetas , sonajas y zambombas. (Sí; de eso puede hacer muy bien cincuenta navidadades) . Las radios vociferaban lo que supe luego que era la lotería más famosa : unas voces de niños gritaban números y cantidades de dinero. La gente iba y venía por aquella acera de paso...

De pronto llegó él con su niñera. Yo represento unos diez años ; tengo un gorrito que alguien tonto -una tía suya- dijo que era completamente inverosímil, unas botas bajas, un calzón que tira a castaño, una blusa granate y, lo más importante, una pelliza de zalea. Estoy seguro de que él no tendría más de cinco años; pero se parecía a mí en su cara redondita y en sus cachetitos enrojecidos por el frío. La niñera compró una zambomba y dos tambores. Él extendió el dedo , me señaló y dijo: -Yo quiero ese pastor .
La niñera le advirtió que no se señala con el dedo; él , sin bajarlo, repitió: -Bueno, yo quiero ése Fué así como pasé a ser de su propiedad. Me llevó a su casa. (...) Aquella Navidad él consiguió ponerme en primer término. Se me veía más que a los Reyes, tanto como al establo, y parecía del mismo tamaño que el Castillo de Herodes y que la Anunciación de mis colegas. -Para eso es mío- decía él.

Cuando pasaron unos cuantos días me envolvió en papel de periódico y me guardaron con otras figuras en una caja grande. Entonces me dormí. Él me despertaba todas las Navidades con la misma alegría. Siete después lo noté muy pensativo. Yo seguía igual, y él ya me llevaba un par de años y estaba bastante alto. Se quedó, conmigo en las manos , mirando sin mirar. El mismo día 25 vino acompañado. Estaba más encendido que nunca. Yo comprendí que aquella compañía era lo que le hacía pensar y alejarse. -Éste es sólo mío- dijo acariciándome , como si me presentara. Yo sé que las otras figuras son mejores, más grandes, más antiguas y algunas hasta más rotas , pero él me acarició y dijo: -Éste es sólo mío Yo me sentí orgulloso.

Luego han pasado muchas navidades. En un par de ellas no se puso nacimiento, porque la casa estaba triste y no había niños. Entonces él me sacó de mi caja y me llevó de viaje con todas sus cosas. Desde ese día no nos hemos separado ni una Navidad siquiera... (..) Hemos pasado por diversas casas, las recuerdo muy bien. Hubo una chiquita en la que él estaba tan feliz que me dio miedo. No es que yo lo adivinara, él me lo dijo . Desenvolvió el papel , ahora de seda, me tocó la cara con sus dedos tan grandes y me dijo: -Soy feliz, pastorcillo. Tuve miedo; es una tontería lo sé, pero lo tuve. Me he despertado en otras dos casas y siempre he echado en falta a aquel niño de carita colorada y labios redondos que me dijo : "Quiero ése..." por supuesto , él tiene conmigo todas clase de atenciones; más , en ésta última casa no me duermen: estoy sobre una estantería en un cuarto de servicio, entre jarras preciosas y candeleros y algún libro de cocina. La verdad es que no duermo, pero tampoco lo veo.

Unos días antes de Navidad entró ( él es tan mayor como sus padres cuando lo conocí) , me toma sonriendo (¿por qué me entristecerá esa sonrisa? ) y me pone con otras figuras de barro . (...) Se queda un ratito mirándonos, con esa cara que se le pone cuando no está donde repica. Yo sé que las cosas de dentro, por bien que le vayan las de fuera, no le van bien. No es que lo sepa, es que lo siento. (...)

No puedo dejar de preguntarme qué sucederá en esas navidades en que él no me coja de la estantería, ni me ladren los perros , ni confunda el buey con un Rey Mago. (No por falta de vista, yo no he envejecido; es él quien me preocupa : sus ojos y sus manos no son los mismos, ni él.) Si un año se que es Navidad y él no ha venido, cerraré los ojos y me dejaré caer desde la estantería. Con cabra y todo. Yo sin él no quiero seguir siendo pastor nacimiento.

Antonio Gala Los invitados al jardín

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